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17 de marzo de 2014

El Crimen del Cácaro Gumaro

Uno  puede contar un chiste pero si falla la ejecución no provocas las risas que esperabas. Puedes contar un buen chiste en un mal momento y provocar una cierta extrañeza. También puedes contar un mal chiste en un buen momento y provocar carcajadas.  ¿En cuál de estos casos podemos catalogar El Crimen del Cácaro Gumaro? Cinta que ha dividido opiniones radicalmente entre quienes la catalogan como una comedia tremendamente divertida o uno de los peores churros del año.

Con su ópera prima, Conozca la cabeza de Juan Pérez, Emilio Portes nos recordó que el sentido del humor mexicano no se debe de limitar al albur barato y que la realidad nacional no se limita a “Ustedes los ricos” y “Nosotros los jodidos” que son las dos clases socioeconómicas que tienen más preponderancia en los medios audiovisuales mexicanos. Con un manejo ingenioso el director se acercaba a la fantasía, mezclada con un entorno urbano perfectamente identificable y un excelente cast que ensamblado, provocaba sonoras carcajadas en las escasas salas en las que se proyectó. Con mayor presupuesto y difusión lanzó Pastorela, la cual tuvo éxito comercial aunque narrativamente tenía problemas para el cierre de la historia. El Crimen del Cácaro Gumaro marca una tendencia en las cintas de Portes, ya que tiene un mayor manejo publicitario y una mejor distribución pero en detrimento es que la historia no termina de cuajar del todo.





Tras la muerte de Don Toribio (Eduardo Manzano, mitad de la dupla genial de Los Polivoces), el cácaro de Ciudad Güépez, sus dos hijos, Gumaro (Carlos Corona) y Archimboldo (Alejandro Calva) regresan para escuchar el testamento de su adorado padre y en la repartición, mientras que uno hereda el cine y al otro la casa, se empieza a gestar una guerra fraternal en la que se juega no solo la herencia, sino el destino mismo de la ciudad.

La cinta despertó grandes expectativas por tener a Andrés Bustamante interpretando a Don Cuino, el presidente vitalicio del municipio y quien además trabajó en el guión, junto con Armando Vega-Gil y el mismo Emilio Portes. Bustamante es un personaje tremendamente ingenioso quien constantemente nos sorprendía ya sea con sus programas como El Güiri-Güiri (y El Güiri-Güiri y otros bichos) o con sus apariciones en Los Protagonistas. La fórmula sonaba bastante bien ya que Armando es un escritor reconocido y ganador de premios por sus textos y Emilio Portes es un realizador más que competente a quien le podría caer bien la colaboración para depurar su problema para cerrar historias, el cual se hizo evidente en Pastorela donde al final la trama se le sale de las manos y se vuelve “un desmadre”.

Como en su momento llegué a “defender” la cinta de Man of Steel revisando quienes participaron en ella, el mismo tipo de análisis de ingredientes nos puede ayudar a entender por qué El Crimen no cuaja completamente. Dejando de lado las expectativas que generaba la cinta, la realidad es que el producto no niega sus orígenes. Su mayor logro es que Portes crea un universo maravilloso lleno de películas de una realidad alterna en el que todo es cotorreo. Cintas como El Señor de los Bolillos, Olores Perros o Miss Bolas existen en Ciudad Güépez, en donde el humor está presente desde el hospital con posters motivacionales donde un buitre acompaña la sala de cuidados intensivos o en las playeras de Memito (Oscar Iván González), pero mientras que el entorno tiene muchos detalles que podrán hacer delicia de los que amamos encontrar referencias, parece que el cuidado de la historia se olvida en varios momentos.

Disfruto mucho de la narrativa de Vega-Gil, particularmente en libros como “Cuenta Regresiva y otras fábulas supernumerarias” que es un de compilado de varios cuentos que ha hecho el autor, pero no estoy seguro que funcione para narrar una historia de dos horas. Lo mismo ocurre con Bustamante, cuyo humor cuaja mejor en pequeñas dosis. Esto se hace latente en la cinta la cual parece un conjunto de sketches encajados dentro de una trama principal. En el último tráiler de la cinta podemos ver fragmentos que parodian cintas como Luz Silenciosa, Pacific Rim, Hidalgo y el pitorreo no termina ahí: el cine nacional sirve como fuente de inspiración para toda la cinta, y no solo el cine sino también el entorno que está alrededor. La película se burla de la crítica (lo cual al parecer ofendió a más de alguno del gremio), de su posible fracaso comentado por Jis y Trino en uno de los muchos cameos (quienes dicen que la película está “más chafa que la del Santos y la Tetona Mendoza”) o incluso la situación actual en el que la piratería le “roba terreno al cine que se busca hacer y exhibir con tanto esfuerzo”, dentro de la trama que se vuelve una lucha sin cuartel entre el proyeccionista y su hermano pirata.

El principal problema de la cinta es el ritmo. Mientras que tiene unos diez, quizás quince minutos genuinamente divertidos al inicio, de pronto se vuelve cansada. Cada que aparece el personaje de Bustamante uno espera un chiste entre lo inocentón y lo gandalla. Don Cuino es el cacique del pueblo, pero no es malo de malolandia, simplemente es trácala porque es su trabajo, como el mismo lo dice. De la misma manera los personajes de Claudianita (Ana de la Reguera) y Archimboldo  parecen más la versión tropicalizada de Boris y Natasha que unos antagonistas propios, aunque eso es mucho pedir a una cinta cuyo único propósito es el hacer tributo cotorro a la producción nacional. Estos momentos son pequeños picos que, entre otras cosas, afectan la fluidez de la trama.

Hay varias maneras de hacer tributos. Entre los mejores está Edgard Wright quien alcanzó una madurez en su trayectoria y quien curiosamente logró sus mejores resultados con un cine muy personal que concluyó con The World’s End. Otros hacen adaptaciones maravillosas como el caso de Scorsese y su Hugo. El Crímen del Cácaro Gumaro jamás pretende rendir un tributo serio al cine nacional y a su vez no se termina de definir del todo. Es una obra rebuscada de la cual estoy seguro que se quedó en la mesa de edición otra buena cantidad de referencias que no hemos visto. En los primeros videos para promover la cinta aparecían chistes que jamás llegaron a la edición final, como cuando identifican a un payaso en un juzgado público. Vemos una escena con un payaso, filmada al estilo “Presunto Culpable”, pero no vemos ese chiste que seguro parará en el making of, y así habrá varios. Por cierto, en esta escena vemos cómo se comparte universo con una obra previa de Portes.

El humor de la cinta se hizo pensado en grupos específicos o nichos peculiares, como ha mencionado Paxton Hernández, pero tristemente no terminan de cuajar además de que no hay un actor principal con el que uno logre empatizar como lo fue Silverio Palacios (en Conozca la cabeza de Juan Pérez) o Joaquín Cosío (en Pastorela) y los personajes secundarios son caricaturas que necesitan un mejor desarrollo. Con gusto cambio 10 cameos innecesarios por dos minutos de alguien de la talla de Carlos Cobos (descanse en paz), quien con todo y “voz de pito” era divertido sin que se notara que se esforzaba por hacer reír, cosa que por momentos parece que trata de hacer Bustamante al improvisar un chiste en medio de una escena.

La cinta la vi en dos ocasiones. En la primera quería creer que los rumores de su mala calidad eran exagerados. Disfruté enormemente los primeros minutos y después todo fue en caída en una sala semivacía en el que yo era el único que me reía, aunque no tanto como quería hacerlo. La segunda ocasión fue en una sala llena, acompañado con amigas que también disfrutan del humor simplón y a pesar del cambio de situación, la cinta no mejoró aunque curiosamente la disfruté mucho más, esto debido a que ya sabía que iba a ver y no tenía expectativas por ver algo tan anticipado o inflado por su campaña de lanzamiento.


 ¿Habrá sido el factor Productora el que limitó a los creativos? No lo creo, pero es cierto que ha habido un crecimiento en el apoyo que ha logrado conseguir Emilio Portes. Lejos está su ópera prima la cual solo se podía ver en foros o festivales y alguna olvidada copia en sala comercial. Contando con el brazo fuerte de la Fox llegó a tener su teaser antes de cintas veraniegas como la de Wolverine. Eso, señoras y señores, es tremendo para una película mexicana. La distribución y promoción es lo más básico y lo que muchos olvidan, lo cual no fue este caso.  El problema de la cinta es que hubo demasiado enfoque en cuidar los detalles que se dio por sentado que la trama principal funcionaba por sí sola. El humor forzado (tan solo pónganle atención a los nombres completos de los personajes principales, los cuales se menciona una vez para tratar de provocar una risa), el autoreferencialismo  a personajes creados por Bustamante o a situaciones populares (¿Juay de rito?) que hacen que los chistes no funcionen por sí mismos y el manejo de ritmo terminan creando un desmadre, aunque curiosamente, si seguimos la carrera del director, es una ruta natural que venía marcando desde Pastorela.

Al final del día El Crimen del Cácaro Gumaro es un churro, pero un churro relleno de mermelada y cubierto de chocolate con guiños y detalles disfrutables para quienes los entiendan, para esos pequeños nichos, pero churro a final de cuentas. Una parte de mi quiere que le vaya bien en taquilla ya que creo que el director es una persona increíblemente capaz, como lo ha demostrado en obras anteriores, pero otra parte teme que con un buen resultado se tenga una afirmación sobre un trabajo notablemente inferior a cosas hechas anteriormente. Y creo que con este texto ya perdí cualquier posibilidad de que me acompañe en un hangout el señor Emilio Portes. :(

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