No nos moverán

 Si uno puede quejarse de que los eventos de la segunda guerra mundial son absurdamente recurrentes en el cine hecho por autores de ascendencia judía (especialmente radicados en el gabacho), uno debe quejarse de que el mexicano se niega a dejar los traumas del pasado que no le tocaron vivir, de las consecuencias que no le tocaron, pero que quiere usar para enfocar su resentimiento y culpar a alguien que ni siquiera conoce.



Afortunadamente, este tema es tratado de manera pertinente en la cinta (y si ven las críticas negativas de la mis a en este medio, notarán que la mayoría es de "debieron politizar más, fue el estado, muere Calderón, o la culpa es de Cortés" o una jalada similar), y busca explorar consecuencias más personales, en un drama sencillo, con los efectos que carcomen y amargan una existencia por no querer dejar atrás.

"Cerremos la puerta al pasado, no para olvidarlo, sino para no quedarnos atrapados en él", es algo que se aplica a la vida misma, y fuera de metáforas con palomas blancas, gatos negros, o hijos que se niegan a madurar, debe aplicarse a las narrativas que tenemos en el cine nacional. Solo somos capaces de madurar tanto como las historias que nos decimos a nosotros mismos.

Premio especial para el Sidarta, el mejor personaje. Y si alguien cree que hay referencias de burla clasista, cómprense sentido del humor. Lo venden barato en la tienda al lado de la tortillería.

Premio especial secundario a Roberto Fiesco, con el cameo tradicional. ¿Cuántos lleva en las películas de los últimos 10 años?

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