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29 de junio de 2016

Warcraft

Dentro del reino de las adaptaciones, el terreno del videojuego ha sido el menos favorecido. ¿Cambiará esto al tener como director a uno de los jóvenes más propositivos en el terreno de la ciencia ficción como lo es Duncan Jones? 

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El fin del mundo está cerca. Mientras que los últimos sobrevivientes se preparan para iniciar un éxodo masivo a un planeta habitable, conocemos la historia de Durotan (Toby Kebbell), uno de los jefes que estará en el primer grupo enviado para empezar la colonización del nuevo entorno. Su esposa espera un hijo y es más que suficiente motivación para que Durotan busque dejarle literalmente un mundo mejor. ¿El problema? El mundo al que van a llegar es Azeroth, poblado por unos seres pequeños y frágiles conocidos como humanos, los cuales servirán como combustible para poder permitir que más Orcos (como Durotan) puedan cruzar el portal que separa sus mundos y salvarse de la destrucción. 

Warcraft, basado en la popular serie de juegos de Blizzard, centra su historia en lo que es el primer encuentro entre estos mundos. Es una historia ubicada en un entorno fantástico por lo cual no faltan las comparaciones con obras del tipo del Señor de los Anillos, sin embargo su manejo es distinto. Mientras que la serie ha dado varias novelas, comics y distintos juegos, se basa en la historia del primero de la serie, Warcraft: Orcs and Humans, pero con un giro interesante. En lugar de enfocarse en la típica historia del bien contra el mal (siendo el mal usualmente cualquier personaje que no es ni parece humano), nos da distintos matices y personajes. Los invasores del reino de Azeroth es una horda violenta, pero tiene que ver con su manejo social que nos recuerda las invasiones bárbaras y vikingas sobre europa, y los participantes no necesariamente buscan la conquista y manipulación sino la supervivencia. La historia final es una mezcla entre un par de novelas, siendo Rise of the Horde y The Last Guardian las bases principales del guión. 

Mientras que en los videojuegos una trama simplista puede funcionar y darnos horas y horas de diversión, es difícil adaptar este tipo de narrativas a la gran pantalla.  Fuera de las cintas de Resident Evil, son contadas las adaptaciones que hayan tenido éxito comercial y usualmente recordamos cintas como Street Fighter, Mario Bros o Mortal Kombat en donde la línea argumental simplista no logra evolucionar al cambiar de medio. El proyecto de Warcraft es más ambicioso y esto viene de la fuente, especialmente si consideramos que Blizzard en el reino de los videojuegos siempre se ha caracterizado por tener las mejores cinemáticas en sus sagas, aunque eso no signifique que fuera de lo visual sean tan atractivas. 

El desarrollo de este proyecto dirigido por Duncan Jones (quien previamente nos entregó dos cintas geniales con Moon y Source Code) pasó por varias etapas antes de llegar al hijo del fallecido David Bowie. Originalmente Uwe Boll contactó a Blizzard para poder dirigir la cinta pero fue rechazado debido a que la compañía no confiaba en su capacidad de director. Tiempo después se confirmó que Sam Raimi sería el director, pero abandonó el proyecto para dirigir su versión de Oz el Poderoso. Finalmente llega a Jones quien tras revisar el guión de Charles Leavitt hace modificaciones para que la historia no fuera tanto de “nosotros somos los buenos y ellos, de quienes casi no hablo, los malos”, lo cual es notorio en la cinta final, siendo una de las fortalezas de la cinta. 

En la realización de la cinta, el punto más fuerte es la dirección de Duncan Jones. Su visión ayuda no solo a balancear a las facciones de los personajes del guión original, sino a implementar la gran cantidad de efectos visuales y generados por computadora en una historia que se desarrolla en su mayoría en pantalla verde. Desafortunadamente el manejo de dicha tecnología puede representar una molestia para el espectador. Sin caer en la creación de entornos irreales y altamente estilizados tipo 300, se busca una integración con lo que parece ser una realidad. El diseño de vestuario y escenografía es brillantemente adaptado de aquel creado por Blizzard para sus juegos, sin embargo al verlo en acción real luce simplemente ridículo. Armaduras exageradas e imprácticas que si bien se ven sacadas de un juego o un libro de fantasía, lucen más incómodas que el suéter de lana maltejido por la tía. Lo mismo ocurre con la integración de escenarios y si bien los personajes animados lucen bien, no terminan de integrarse plenamente con lo filmado con personajes de carne y hueso. Esto podríamos justificarlo en parte ya que el manejo de la animación parece sacado directamente de un juego de Blizzard, el cual usualmente se ve mejor que la realidad en sí.




¿Qué hay sobre las actuaciones? El cast principal se compone de un Travis Fimmel que se presenta como una extensión de Lothbrok, el personaje que interpreta en Vikings, esto probablemente al tipo de personaje que representa, ya que en sí no puede aportarle muchos matices como para mostrar una actuación mejor. En contraposición el Durotan de Toby Kebbell se siente mucho más humano y cercano, a pesar de ser un personaje completamente creado por computadora. Curiosamente, el punto medio se presenta con Paula Patton, actriz que representa a Garona, un híbrido de ambas razas que a su vez representa el mejor acercamiento a una cinta que depende principalmente del trabajo de imágenes generadas por computadora y es el no abusar de las mismas. En lugar de ser un personaje manejado por captura de movimiento (como Durotan), es la misma Paula con maquillaje.

La recepción de la cinta fue bastante negativa en su país de origen, cosa que contrastó con su apabullante estreno en China, lo cual la pone como un caso de estudio que anticipa lo que será el juego de mercados internacionales en un par de años, en el que los resultados en la taquilla estadounidense pasarán a un segundo plano cuando la taquilla internacional sea lo suficientemente importante como para justificar la creación de más películas. 

De manera similar a los juegos de Blizzard, Warcraft cumple como entretenimiento y su manejo narrativo (con todo y sus varios defectos) logra un acercamiento a la aventura que no teníamos desde hace tiempo. Curiosamente sus mayores virtudes pueden considerarse sus principales defectos. Al ser una adaptación enriquecida de tramas conocidas solo por sector definido, tiene que hacer concesiones para apelar a un público mayor. Desafortunadamente dicho público no evitará el hacer comparaciones injustas con cintas como la saga del Señor de los Anillos pensando en como es menor la cinta de Duncan Jones. Esta comparación debe de dejarse de lado considerando las fuentes de ambas adaptaciones, ya que las fortalezas narrativas de Tolkien nada tienen que ver con el manejo de ritmo y sentido de la aventura de Warcraft, o ¿en serio quieren ver tres cuartas partes de una película con árboles caminando y platicando para que puedan sentirse intelectualmente superiores tras ver la cinta y saber las diferencias con el libro? En contraposición, Warcraft, una vez que decides entrar en su universo, te lleva de una manera atractiva y al terminar la cinta te deja con deseos de ver una siguiente parte. En eso cumple con el propósito con el que fue creada, y sería fascinante ver el manejo que le aporta Duncan Jones quien ha mostrado que más que ser un fan de la serie, le tiene respeto al material y se atreve a aportarle más con la gran cantidad de detalles que no son solo accesibles al nicho que vió surgir la saga. Apuesto a que pocos de ustedes sabían que hay una escena en que el personaje de Ghadgar (interpretado por Ben Schnetzer) toma de una librería el mismísimo Necronomicon Ex-Mortis, a modo de tributo del director que tuvo antes la encomienda de esta adaptación. 

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