En el año en que Warner Bros. Discovery ha tenido la mejor
racha de éxitos en taquilla con estrenos en la historia del cine, llega la
cinta que rompió esta racha, pero que aspira a algo más, gracias a la
manufactura cuidadosa de uno de los cineastas más propositivos en el cine moderno.
Es con esto que un cast multi estelar con un costo elevado, llega la nueva
cinta de Paul Thomas Anderson, inspirada en la novela de Vineland de Thomas
Pynchon, One Battle After Another, en donde PTA nos demuestra que es capaz de
traer obras relevantes y desafiantes, una tras otra.

Hablar del éxito de Una batalla tras otra implica hablar
sobre cosas que hicieron bien y mal cintas como Eddington y Warfare. Esas cintas, en su estreno en Estados
Unidos, dieron pie a interpretaciones tan dispares sobre las mismas
situaciones, en donde podías ver una satanización y santificación de la
imposición de la fuerza militar para mantener el orden al mismo tiempo, al
tratar de presentar una visión casi neutral al espectador para que este la
interpretara. Las historias podían ser analizadas por sus temas políticos más
allá de los humanos, y el impacto de las disputas e imposiciones basadas en
ideales de izquierda o derecha, mientras que en las batallas tenemos el lado
humano y el impacto de las acciones en las personas que las ejecutan. A
diferencia de otras cintas en donde se habla de los ideales de libertad o
justicia, aquí esto queda de lado, y vemos la ejecución de las acciones que
buscan encarnar esa búsqueda por dichos ideales, con toda su suciedad. Desde
actos terroristas hasta control de masas con incitaciones a la violencia
plantadas por el ejército, todo en búsqueda de lo que los personajes consideran
correcto y que quieren imponer sobre las figuras de autoridad que no se los
permiten. Esto está presente, pero en el corazón hay una bonita historia de lo
que un padre despistado, de ideales oxidados, está dispuesto a hacer por la
seguridad de una hija rebelde que no está dispuesta a callar lo que quiere
decir.
La cinta podría dividirse en tres actos. En el prologo conocemos
a Perfidia (Teyana Taylor), una mujer fuerte impulsada por sus ideales
liberales que, junto a su grupo activista, el French 75, hacen distintas misiones
como la liberación de campos de concentración de migrantes indocumentados en
Estados Unidos. Ella establece una relación con el Bob de Leonardo DiCaprio, un
joven ideal sin dirección, despistado y pachecón, que se encarga de crear
distracciones explosivas en la mayoría de las misiones. La relación entre ellos
dará a luz al personaje de Willa Ferguson, interpretado por Chase Infiniti, quien
tendrá que pagar por los pecados de los padres dieciséis años después de que la
historia de ellos iniciara en un tórrido romance en donde hay una falta de
aceptación de responsabilidades y de realidades cuando la realidad de que el
mundo no te tiene como protagonista choca con el mundo de Perfidia.

Tras el prólogo, tenemos una exploración del mundo actual.
El paso del tiempo implica maduración y aceptación. El abandono es solo una
etapa en donde Bob, con todas sus limitantes, quiere lo mejor para Willa.
Los French 75 no existen, pero la lucha continua. La revolución exige el
compromiso, pero una familia lo necesita para continuar. La realidad es
tangible mientras que la revolución alega que será televisada, o en el contexto
actual, transmitida por streaming a través de un celular.
Tras conocer este mundo, regresa una amenaza del pasado. Una
de las primeras figuras en ser atraídas al caos y violencia generada por Perfidia
fue el coronel Steven J. Lockjaw (Sean Penn). Como figura de autoridad perseguía
a quienes cometían acciones en contra de la ley, y sintiendo una atracción
similar a la del personaje de Bob, no puede evitar usar y ser usado por Perfidia,
a quien persigue, pero a quien desea. Una figura que parece inalcanzable al ser
su antítesis, y por lo mismo, atractiva. Además de que no tiene miramientos en
usar su sexualidad como un arma, más que como un instrumento para traer vida,
como la vida de la misma Willa. Las
consecuencias de estas ediciones nos traen a la tercera parte, en donde más que
emociones o vibras, es la acción frenética la que nos lleva acción tras acción,
batalla tras batalla, a esta confrontación en un triángulo amoroso que buscará
definir el destino de una joven atrapada en una situación que no fue de su
creación.

La cinta aborda distintos temas con un equilibrio cuidado
entre el drama y el humor. El manejo a las palabras y acciones de sus
personajes es cuidado, ya que tenemos a un coronel que parece villano sacado de
las historietas de Preacher, Herr Starr, quien es implacable y dispuesto a
hacer cualquier cosa sin importar el costo, con tal de lograr sus metas. Una de
ellas es ser parte de un grupo secreto de elite, en donde solo los más puros y
blancos pueden participar, para así regresar la gloría a su gran nación. A pesar
de estas características, la interpretación de Sean Penn le da ese balance en
donde puedes entender el compromiso y pragmatismo de sus decisiones, aunque
estas signifiquen violar las libertades individuales de ciudadanos, abusando
del poder para alcanzar más poder, todo en pro del bien común que puede lograr
al tener este control.
La contraposición de esta figura es el Bob de DiCaprio,
quien ha logrado envejecer con sus papeles, al traernos a un guerrillero
desgastado, que como buen miembro de la generación X, no dejó el escenario,
pero se ha enfocado en lo que le es importante, siendo esta su hija. Nunca fue
protagonista de esta historia, ya que empezó como pareja de alguien más fuerte,
y su función es cuidar para que la siguiente generación tome esos pasos. La
marihuana y la paranoia no ayudan a que alguien que en su momento fue parte de
un grupo revolucionario haga lo que deba de hacer, aquello para lo que entrenó
décadas atrás, en caso de que surgiera una nueva amenaza. Pero el no ser capaz no significa que no lo va
a intentar.

Aquí hay que resaltar la visión sobre el personaje de Perfidia,
quien representa esta lucha revolucionaria sin la capacidad de confrontar las
consecuencias. Desde el mismo juego de cámaras, se hace un acercamiento a su
realidad, ya que es muy fácil condenar sus acciones, las cuales traen
consecuencias trágicas. A nivel visual, cuando surgen sus cuestionamientos
sobre su papel en su siguiente etapa, ahora que tiene una hija, y no está
dispuesta a que una nueva criatura indefensa sea más importante que ella,
conocemos su sentir, pero la cámara nos ubica distantes, porque este tipo de
conflictos personales solo pueden ser explorados superficialmente por los demás,
cuando pueden ser crisis de identidad para quienes los tienen.
Finalmente, tememos al Sensei Sergio St. Carlos,
interpretado por Benicio del Toro. Un personaje secundario, pero con una vida más
compleja y completa que Bob o el coronel Lockjaw. Tiene una personalidad
relajada como Bob, pero no es flojo ni desobligado. Es tranquilo pero capaz de
organizar labores complejas que afectan a decenas de personas, de manera
similar al coronel, pero sin ser militar. Es el más humano de los personajes,
que en lugar de sentirse presionado por la carga que tiene encima, busca como
manejarla y ser un soporte para su comunidad. En esta cinta es un personaje que apoya a Bob
en su búsqueda, pero tiene una misión más grande detrás, y al apoyar a Bob pone
acciones en movimiento que repercuten más allá de la vida de un padre y su
hija. Lo más fascinante del Sensei, es que además de combinar las mejores características de las dos principales caras del conflicto, muestra el cuidado que un personaje tiene con la historia. Cuando se confirmó su participación, la cual sería limitada en parte porque rodaba casi al mismo tiempo cierta cinta fenicia con otro Anderson, llegó a revisar sus escenas, y cuestionó al director sobre las mismas, para establecer un mejor personaje, todo en pro de la historia. De la misma manera en que Anderson puede poner cuidado en una escena, en donde tenemos tensión, humor, frustración y suspenso, con metáforas y secuencias de impacto directo al mismo tiempo, vemos como el Sensei, en uno de los momentos de mayor tensión en la cinta, se muestra tranquilo y prioriza a las personas. Al caminar por el refugio en donde apoya a inmigrantes indocumentados, previo a un ataque de las fuerzas de la "ley", él le presenta a Bob a las personas que están en su camino y los dos se dan tiempo de saludarlos y reconocerlos como parte importante de esta existencia, aunque esten en medio de dos conflictos por explotar.
Al ver la cinta, en donde tenemos grupos de conspiración,
conflictos que se elevan ante la búsqueda de control, llegando a complejas
secuencias de persecución o incluso confrontación armada, no podía evitar
pensar en Eddington. Ambas cintas tocan estos temas de manera distintas, una
enfocada en la crisis del COVID, ahora vista en retrospectiva, pero narrada
como si ocurriera en el momento, y otra, en el caso de las Batallas, con una
adaptación de un libro de los ochenta que hacía una crítica a los movimientos
revolucionarios de los sesenta y setentas. En este caso, al traer la adaptación
al presente, es fascinante ver como distintos temas siguen vigentes y son parte
inherente de una sociedad estadounidense, de la misma manera que muchos de los
prejuicios y miedos que surgieron durante el COVID, siempre estuvieron ahí, y
solo necesitaban esa válvula para justificar su liberación.
En el caso de Eddington, la realidad se vive a la distancia.
Es un “western con celulares” debido a que así es como se tiene el contacto con
la realidad. A través de una pantalla en donde podemos tener acceso a toda la
información disponible, pero priorizamos aquello que refuerza nuestras
creencias y miedos. Las conversaciones más reveladores se dan en video llamada,
no en persona. La información se recibe a través de pantallas, no del
conocimiento de primera mano. La realidad es aquello que somos capaces de
sostener en nuestras manos y por eso creemos que es algo tangible a pesar de
ser solo un reflejo de nuestros prejuicios.
En el caso de One Battle After Another, uno de nuestros
personajes principales, Bob, depende de usar teléfonos públicos de monedas y
buscar cargar su viejo celular de primera generación. Quedó atrapado en su pasado
y jamás se preocupó por actualizarse con instrumentos que ahora parecerían indispensables.
Su comunicación con sus ex compañeros de movimiento, en momentos de necesidad,
está condicionado a los juegos de palabras y disponibilidad en el otro de la
línea. Esto lo aleja del recurso aparentemente imprescindible del conocimiento
siempre presente que tenemos ahora, pero lo sitúa en un entorno real en donde
primero hay que correr y después buscar lo que está del otro lado de la línea.
El manejo de los teléfonos no es gratuito, y así como Eddington lo establece como el espejo oscuro de la realidad limitante, en esta cinta, la historia inicia con una llamada en un teléfono público y termina con alguien usando un celular. La primera es una llamada de aviso sobre eventos que buscan ser significativos. La segunda muestra la aceptación de un viejo GenX (en una de las cintas más GenX que existen en tiempos modernos), tratando de tomar una selfie, buscando consejos y recibiendo información inútil por parte de una jovencita. El uso de esta herramienta ha cambiado con el tiempo, y marca la evolución de las causas y el paso generacional.

One Battle After Another se siente como una película
importante al momento de verla. Su manufactura tiene mucho que ver, así como su
temática. Su mayor enemigo es el hype, ya que ante la enorme aceptación de los
críticos y critiquejos, para varios puede generar aversión o reacciones como “ni
que fuera el Ciudadano Kane”. Si bien películas que al momento de estrenarse,
como The Social Network, no transmitían esa sensación de trascendencia que eventualmente
se ganaron, la cinta de PTA muestra la consolidación de una trayectoria
importante, gracias a que, además de escalar posiciones hasta que Mike De Luca,
uno de sus anteriores productores, pudiera apoyar para que una película que
difícilmente recuperará su taquilla con los estándares esperados, trascienda
esta limitante, y se aprecie como una obra cinematográfica y artística que va
más allá del simple entretenimiento. Es una obra que nos permite entender los
procesos de maduración e idealización, tanto de causas como de personas, y cómo
podemos confrontar nuestras realidades, y lo hace a través de algo tan sencillo
como una bonita historia de un padre y su hija… agregando conspiraciones,
fuerzas militares, revueltas revolucionarias, persecuciones de autos
espectaculares, en donde esto coexiste con la sutileza de la exploración
humana, o incluso el comparativo entre el paso de un halcón y un helicóptero Black
Hawk en el cielo, para indicarnos que el caos está por comenzar.
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