Démosle la bienvenida al camarada Andrés Garza, quien nos comparte críticas sobre proximos estrenos ya presentados en la edición 23 del FICM.
Puedes (o debes) seguir a Andrés tanto en Letterboxd como en X, así como dejar comentarios en este post, y arrancamos con su revisión de Bugonia.
En un mundo donde las mega corporaciones malévolas se han establecido como el nuevo Goliat, cada vez es más implacable y voraz, el cual comienzan a reducir las opciones de riqueza y poder a solo unos cuantos, el arte ha servido como una de las pocas resistencias que la gente corriente ha tenido para combatirles. De esa necesidad han nacido múltiples guerreros que, desde su trinchera, intentan derribar a un gigante insaciable que amenaza con devorarlo todo en un futuro no tan lejano. En el cine, muchos guerrilleros han sido ya absorbidos por el mismo status quo que dicen combatir, a veces de forma imperceptible. Pero unos pocos, desde la periferia, aún buscan cuestionarlo con su pequeña honda en forma de imágenes. Tras ser presentada en la edición 23 del FICM, llega esta nueva propuesta, la cual no ofrece un oponente de la talla y peligrosidad del David bíblico referencial.
Teddy (Jesse Plemons) y Don (Aidan Delbis), son dos primos inadaptados sociales que viven en la lejanía de su casa rural en algún pueblo remoto de los Estados Unidos, y deciden secuestrar a Michelle (Emma Stone), la CEO de la millonaria compañía para la que trabaja Teddy como humilde empacador, completamente convencidos de que es una alienígena en disfraz de un cuerpo humano y que se dispone a destruir la Tierra. Los hombres buscan a toda costa que el supuesto ser de la galaxia Andrómeda se comunique con su nave espacial y concrete una reunión entre ellos dos y el emperador supremo de su raza intergaláctica. Así más o menos se desarrolla la historia que Yorgos Lanthimos cuenta en su noveno largometraje, (sexto en inglés) Bugonia, una película que podría ser descrita —al igual que casi todas sus obras anteriores— como una mezcolanza entre comedia negra, sátira y “crítica social”.
Coloco entre comillas crítica social porque en esta ocasión, Lanthimos parece no tener un real interés en la crítica ni en la sociedad americana, o en su caso mundial, sino más bien en impactar al espectador con diversos artefactos fílmicos someros como lentes gran angulares, música de cuerdas estridente y violencia moderada gráfica proveniente de situaciones crudas y absurdas. Algo que desde ya hace varios años, el director griego parecía buscar: la reacción inmediata frente a lo extraño más allá de lo que pudiera significar. Con la diferencia de que, por ejemplo Poor Things buscaba desconcertar a partir de la rareza en lo inmediatamente visual; como los sets expresionistas, vestuarios victorianos y elementos steampunk, mientras que esta película lo busca a partir de un desenlace por demás sorpresivo y argumentablemente insólito.
La cinta desde el inicio se revela con preferencia en la inmediatez de sus imágenes, sin darle real importancia o preocupación a los significados detrás de estas. Bugonia comienza abarcando temas como la destrucción del medio ambiente, la negligencia médica y el abuso a los empleados, todo por parte de las corporaciones, representadas por la que preside el personaje de Stone. Pero estos temas son no solo abandonados temáticamente en el camino en pro de shocks y risas, sino que además son extrañamente torcidos a un lado que cuesta trabajo no ver como irresponsable o al menos insensible.
En este caso, la película pinta a Teddy y Don como estúpidos absolutos. No solamente creen en teorías alienígenas sacadas de foros de internet y en la castración química para evitar distracciones en su búsqueda por la verdad oculta a las masas, sino que también son incompetentes en diversos aspectos del secuestro que llevan a cabo, dejándoles muy pocas características redimibles. Teddy en particular es abusado y humillado una y otra vez por una soez, perspicaz, inteligente y bravísima Michelle que, fuera de un comentario éticamente ambiguo respecto a los horarios de trabajo de sus empleados, parece ser una gran CEO y un ser humano (o alienígena) incluso decente. Lanthimos nos deja así con la grave sospecha de que parece estar ridiculizando la figura del trabajador de cuello azul gringo a partir de un personaje que, a pesar de haber sufrido injusticias por parte del sistema, es irrisorio, resentido y míope respecto a cómo funciona el mundo moderno. Aunque muy probablemente esa crítica no exista, y sea simplemente carne de cañón para la historia que la película cree que necesita contar para incomodar, sorprender o, peor tantito, entretener.
Cuando parece que todo camina rumbo al vacío argumentativo en una historia sin fondo, Yorgos tira lo que propone como un inesperado plot twist, y quizás también para argumentar lo anodino de sus representaciones y justificarlo, ahora sí, como un relato perteneciente al sinsentido y a lo estrictamente narrativo. Pero creo que acá Bugonia tropieza de igual manera. Sin el final, la película sería simplemente superflua e inofensiva, pero al cambiar las fichas de lugar en los últimos quince minutos, esta se vuelve peligrosamente insensible al parecer excusar a las grandes empresas y redimirlas de la crueldad y destrucción que ejercen sobre el ciudadano común. De nuevo, lo que se antoja más probable es que la película solamente peque de insulsa, pero los trabajos Hollywoodenses anteriores de su autor elevan la sospecha a más que una simple torpeza conceptual, y más bien a una insólita defensa de los sistemas de poder y de las élites corporativas.
Bugonia es una entrada más al cine de escaparate que se anexa a la filmografía reciente de Lanthimos y de muchos otros autores que en pro de hacer un cine estéticamente atractivo y diferente, terminan por sí crear imágenes que lucen elegantes y filosas pero que detrás no tienen dientes. Lo crítico queda de lado para dejarle más espacio a las imágenes impactantes que algunas personas lo puedan utilizar como fondo de pantalla en sus dispositivos. En favor de lo cool, Bugonia se abandona en la que podría ser una cruzada por el cuestionamiento mordaz frente a la autoridad. Pierde interés en lo social y formalmente estridente para regodearse en los billetes y prestigio gringos a los que se accede a través de verse muy bien y verse muy grande, sin realmente ser mucho.
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